2009/04/03

Querías nieve?...

Summit - SilverFir Express Lift

El martes pasado andaba yo vigilando las precipitaciones de nieve en las pistas de esquí, lo cual se reduce entre semana realmente a las pistas de Snoqualmie que os presentaba hace tan sólo un par de días. Ya os comenté que desde que empezó marzo esto se ha convertido en una orgía de nieve casi continua, así que el hecho de que hubieran caído 12” en las últimas 24 horas (21” en las últimas 48), y la consecuente decisión de ir al día siguiente a las pistas después del trabajo se podría calificar de “rutinaria” a estas alturas de la temporada.

Hablé con un par de compañeros esa tarde y al día siguiente a las 7 de la mañana los estaba recogiendo a los dos en la puerta de sus apartamentos y montando sus equipos en el ski rack del coche.

El día en el trabajo transcurrió sin incidencias ni eventos notables, lo normal: diseñamos un par de aviones de papel, los pintamos con "retus" carioca de colores molones (poniendo Boeing en el costado eso si) e hicimos competiciones para ver cuál volaba más tiempo. A este proceso se le conoce como mejora de eficiencia y nos llevó alrededor de 30 minutos. Las restantes 7 horas y media estuvieron ocupadas en el registro de los detalles del diseño y del cálculo, estudio de incorporación de las mejoras, recopilación de documentos afectados a revisar, efectividad de los cambios, impacto en otras áreas del avión, impacto en el fabricante, conclusiones, powerpoint de presentación para el comité de evaluación y autorización del cambio. Visto bueno del mismo, comunicación a los demás equipos de trabajo afectados, comunicación al fabricante, comida (mala), revisión de planos y conjuntos e incorporación en las bases de datos del proyecto (product data management). Paralelamente tareas del equipo de stress: nuevo loop de cargas basadas en los admisibles del nuevo papel empleado, incorporación de los datos modificados, correr de nuevo todas las templates de cálculo para asegurar márgenes positivos y puesta al día de los documentos de certificación para las autoridades aéreas. Por último iniciación del proceso de liberación, recogida de firmas de los responsables de proyecto. Liberación. FIN.

Para que luego digan que diseñar aviones es bonito y creativo cagüenlaleche. Y todavía tengo que dar gracias que no me encargo de nada relacionado con Calidad desde que estoy aquí.

A las 3 y media salíamos escopetados hacia las pistas de esquí. Es curioso como en un sitio que llueve tanto no se hayan molestado en poner un asfalto que drene mejor el agua. Las autopistas son un infierno acuático en un notorio intento de las autoridades del estado de Washington de Control de la Población (digo yo).

Tras la visualización de varios accidentes que validan la teoría anterior llegamos al puerto de montaña, constatando la existencia de potenciales condiciones óptimas para el ejercicio del esquí y/o snowboard, es decir, nieva a cascoporro. Así pues nos equipamos convenientemente, accedimos a las pistas y hacemos nuestra primera subida en telesilla. Arriba nos espera un paquetón de los épicos pero demasiado húmedo. La nieve, como ya nos ha pasó la semana pasada en una escapada similar tiene la consistencia del cemento poco más o menos.

Mis compis se amedrentan, las condiciones no son sencillas, demasiada nieve y pesada, pero yo estoy como un niño con zapatos nuevos. Ellos se van a las pistas verdes y yo a los fuera de pista. En estas condiciones lo más importante es asumir que vas a pegarte unos buenos revolcones de nieve y que tienes que buscar las pendientes más fuertes que veas para no quedarte atrapado. Las divertidos recorridos entre pinos y arboles, cañadas y claros en medio de los bosques son todo mios! Yahuuu!!!!

A estas alturas os preguntaréis. Por qué este tío pasa de darnos la brasa con las cámaras de fotos a darnos la brasa con la nieve? Qué le hemos hecho? Y también, por qué nos cuenta ahora esto si lleva todo el jodido invierno haciendo lo mismo?

Pues porque dos horas después y decenas de indoloras pero agotadoras hostias y no menos vueltas de campana, aquí vuestro humilde a la par que intrépido servidor se dio cuenta que el bolsillo donde guarda las llaves del coche cuando va a las pistas tiene la cremallera bajada… el bolsillo está abierto… the pocket is open, er taschen ist espatarraden.

Se atisba el drama. Rezo. Me quito la manopla. Rezo. Meto la mano en el bolsillo. Rezo más. Las llaves no están. Reafirmo de nuevo mi condición de Ateo Profundo.

Crap Crap CRAP, I’M SCREWED!!! (mierda mierda mierda, estoy “Atornillado”)

Vale, son las 7 y media de la tarde. Está nevando y se ha hecho de noche. Estoy atrapado a 60 millas de casa en unas pistas de esquí sin poder entrar en el coche donde están no sólo mis pertenencias personales si no la de mis dos compañeros. Les llamo y les cito en el bar para contarles lo sucedido. Mejor regamos el encuentro con unas cervezas para hacerlo más digerible. Total, si una cosa esta clara es que yo no voy a conducir de vuelta.

Para que terminéis de entender el alcance del problema: Las llaves extra del coche están en casa y las llaves de casa están… dentro del coche. Es de esas veces que te dices: “que cagada macho… y ahora qué?” (Bueno te dices eso y un montón de cosas más autodegradantes que omitiré por esta vez).

Pues tuve la suerte de conocer a un tipo llamado Gary en los fueras de pista que se nos sumó a las cervezas y que tuvo la amabilidad de llevarnos de vuelta a Seattle con nuestros equipos y nuestra semicogorza, por que nos apretamos cuatro jarras de cerveza sin haber comido nada desde las 12 del mediodía. Ninguno de los tres teníamos llaves de casa pero ellos (al contrario que yo) viven en unos apartamentos donde la conserjería está abierta 24 horas. Yo acabé durmiendo en el sofá de uno de ellos (al que conocemos como "el sevillano", un saludo tío!) con un saco de acampada por encima y al día siguiente fui, un poco resacoso y con cara de haber dormido mal, a los apartamentos a la hora que la leasing office abría para conseguir entrar en mi casa. Todo esto vestido de Snowboarder claro. Imaginaos la cara de los de la oficina, 9 de la mañana un jueves en pleno Seattle.

El caso es que después de tener que esperar más de media hora hasta que consiguieran una copia de la llave (que no tenían ninguna manda huevos) pude finalmente entrar en casa, pegarme una ducha y cambiarme.

Llamé al trabajo para contar lo sucedido y comunicar que me cogía el día libre. Después contacté con Javi, un colega que estaba de vacaciones para que me llevara de nuevo a las pistas de Snoqualmie con el juego de llaves extra para que pudiera traerme el coche. Me dijo que habían caído otras tantas pulgadas de nieve por la noche y que si íbamos para allá era para volver a subir a las pistas. A lo mejor alguien más sensato le habría mandado a la porra pero como quiera que el que suscribe estas palabras no cae en semejante categoría, media hora después estaba con la ropa de snow otra vez puesta y camino a The Summit.

Cuando llegamos entre lo que había nevado esa noche y los quitanieves pasando por la carretera habían sepultado a Goyo bajo la nieve, pero todo estaba dentro tal y como debía. Me costó 20 minutos con la pala sacarle de allí (si, llevo pala de nieve en el coche, no seré sensato pero lo reconozco y tomo medidas en consecuencia). Después de hacer el cabra durante tres horas o así, con toneladas de nieve fresca y nadie en las pistas (y todo enparanoiado con las llaves y chequeando cada cinco minutos que permanecían en el bolsillo y la cremallera subida del todo) volvía a Seattle satisfecho y con una paliza en el cuerpo de tres pares de narices.

Cuando por fin hube devuelto todo lo que había en el coche a mis amigos y volví a encontrarme dentro de casa, esta vez sí, con Goyo durmiendo en el garaje y todo solucionado, no pude por menos que decirme “... pues toma nieve”

Summit - SilverFir