2009/05/20

Momento Gayer en Seattle

Os habéis metido alguna vez en algún sitio con la sensación de que no pertenecíais a él? Esa sensación que no llega a violentar pero que incomoda? Como cuando entras a un garito de los de toda la vida y te das cuenta de que eres 10 años mayor que el siguiente más viejo? O como cuando te metes en una sauna y ves que todos los tíos tienen abdominales marcados y van depilados?

(…)

Bueno, pues eso me/nos pasó hace poco. Resulta que Oscar además de tener una LX3 (que ya he devuelto snif snif) tiene un profesor en el gimnasio que se dedica a las Artes Marciales Mixtas. Su profesor le propuso ir a verle combatir y después de un intento frustrado hace una par de semanas el pasado viernes finalmente nos acercamos a uno de los campeonatos que se celebraba en la ciudad.

A ver, vaya por delante que no tengo nada en contra del “deporte” de que vayan dos y se partan la cara a hostias siguiendo unas reglas determinadas. Simplemente no va conmigo en su mayor parte por que no lo entiendo. Debe ser que carezco de ese puntito de testosterona necesario, por que yo no se la pasta que me tendrían que pagar para subirme a un ring a pegarme con otro que no me ha hecho nada además.

Lo que sigue pretende acercaros a lo acaecido aquella tarde:

La cosa empezó cuando llegamos al sitio en cuestión donde se perpetraba el evento. Llegábamos con la hora pegada y una cola de gente que daba la vuelta a la esquina hacía presagiar que nos quedaríamos fuera esta vez.

Que conste que soy generoso describiendo aquella fila de elementos humanos como “gente”: hablamos de malotes semicivilizados dueños de pick-ups tuneadas incapaces de situar España como país Europeo, dignos portadores genéticos de los chungos de West Side Story o de Grease, y de sus chavalas repintadas con minifalda y tacones. Las típicas chonis americanas arregladas pero vulgares (esta frase es de Oscar, pero es que es buenísima!).

No fue así, una rubia prototípica de exuberante escote e ilusiones de una vida más allá de la de conejita de playboy nos atendió en la improvisada y cutre taquilla. Es difícil describir el lapso de tiempo ocurrido entre que le pedimos las 6 entradas, a 25 dólares cada una, y finalmente las conseguimos. La chica empezó a calcular mentalmente en un exceso de autoconfianza y cuando llegó a 75 entró en bucle, su mirada se tornó vidriosa y un hilillo de baba empezó a asomarle por la comisura de los labios, seguramente fruto de la licuación cerebral que se estaba produciendo en su interior.

- “150 bucks” alcancé a decir, atónito.

En el espacio vacío en el que se había convertido su cráneo, tan sólo cruzado ahora por un hilo que sujetaba las dos orejas e impedían que se cayeran al suelo, resonó el eco de una sinapsis que le permitió esbozar una sonrisa, recoger el dinero y darnos las entradas (Otra teoría defiende que fue el sistema nerviosos autónomo el que se encargó de ello, y que el hecho se debió más a reflejos adquiridos que a una actividad cerebral consciente).

Sea como fuere, con nuestras entradas en la mano, nos dispusimos a entrar. Un par de gorilas de 2x2x1.5 metros (6x6x4 pies para los que gustan de las medidas imperiales) nos cachearon en busca de armas punzantes, contundentes y/o disparantes, seguido lo cual entramos en el recinto.

Dentro la acción ya había empezado: un par de chavales se abrazaban sudorosos, tan sólo vestidos con unos shorts, en el cuadrilátero de seis esquinas (sextidrilátero?). Éste estaba rodeado de vallas de metro ochenta de altura e iluminado con luces de orquesta de pueblo con los colores del arco iris.

En las gradas reinaba la penumbra. La enervada turba rugía desde ellas. Todos los sitios estaban ocupados así que nos quedamos en el pasillo de pié, procurando llamar la atención lo menos posible, no fuera a ser.

Los chavales protagonistas seguían abrazados, pero ya enredados en el suelo.

No alcanzábamos a comprender del todo aquello. No paraban de forcejear pero eran incapaces de quitarse los shorts el uno al otro, y eso que parecía lo más natural habida cuenta las circunstancias. Un par de pantallas gigantes a los lados ayudaban a seguir la acción dentro del hostiodromo. Después de un rato donde ambos se buscaban pero no terminaban de encontrarse uno le hizo una llave al otro, el otro se rindió, y el uno fue declarado vencedor. Trás lo cual se abrazaron, se dijeron un par de cosas sonriendo y salieron del cuadrilátero de seis esquinas (seisdrilátero?) para dar paso a los siguientes.

No se a vosotros que os parece, pero a mi se me hizo raro.

Era la hora del segundo combate, y empezó a sonar la música cañera de malote, heavy para los blanquitos, hip-hop para los negros (jooooder, se alarde de creatividad e imaginación!) y los siguientes contendientes entraron en el cuadrilátero de seis lados (hexadrilátero?).

Cada vez que salía uno del gimnasio "Veneno" (con batín negro y letras rojo sangre) le acompañaban todos sus compañeros como haciendo la conga pero sin el buen rollo. Dado el nivel intelectual medio reinante en la sala, creo que el teatrillo era para que no cupiera ninguna duda que eran los malos (de hecho parecían la representación personificada de los Cobra Kai Karate Dojo)

El juez, árbitro, o lo que sea les leyó las cuarenta a cada uno antes de empezar y mientras tanto se efectuaba el consabido espectáculo de la Mujer Objeto: salió una señorita con muy poca ropa, con un cartel con el número 1 muy grande y empezó a contonearse enseñando medio culo en un proceso descarado de esparcimiento feromonal.

En consecuencia el nivel de espermedrina en el ambiente subió varios enteros.

Recuerdo que me pregunté si esa chica sabía lo que estaba haciendo y si se atrevería de no haber una valla por delante.

Sonó la campana. Los chavales se dieron un par de hostias como para disimular, pero enseguida se abrazaron y empezaron a rozarse y restregarse la cebolleta. Después se tiraron al suelo y siguieron enroscándose el uno con el otro. De vez en cuando un o conseguía una posición dominante y le arreaba un par de puñetazos o de rodillazos al otro. Pero desde un cariño sadomaso me pareció percibir. Al final uno de los dos se rindió, el juez le declaró vencedor, se abrazaron de buen rollo, salieron las zorrit… eerrr, las señoritas con poca ropa de los números a hacerse fotos con el ganador y ale, vuelta a empezar.

Para tener una idea de la experiencia completa basta con repetir veinte veces lo leído desde lo de la música heavy y hip-hop.

A veces había algún combate que variaba en que los contendientes en vez de shorts llevaban fardapollas (bien calaos además, para restregarse mejor), o en que uno si que se llevaba una buena hostia, y saltaba la sangre, y entonces se paraba la historia y en las gradas se hacía un silencio expectante y acusador en plan “tío te has pasao”.

(¿¿¿pero a qué coño estamos jugando aquí???)

Pero de verdad que esas cosas fueron las menos veces, el espectáculo resultó ser menos violento de lo que nos habíamos esperado, y mucho más gayer. En algunas ocasiones costaba muy poco imaginárselos sin los shorts dentro de la caratula de una porno para osos. Rara vez duraba el combate más de un asalto y los árbitros ya se dedicaban a pararlo si se veía claro que uno de los dos no tenía posibilidad alguna. Ni una vez vi que acabaran de mal rollo los contendientes. Simplemente terminaban, se abrazaban, se susurraban aquello “de ahora te veo en las duchas” y a otra cosa mariposa/son.

Vamos hombre, no abrazo yo a un tío sin camiseta, todo apretado, musculoso y sudado ni loco. Menos si yo estoy igual de sudado y encima me ha curtido el lomo. Además a saber si tiene una erección debajo de esos shorts, quita, quita…

Así que saciada nuestra curiosidad nos marchamos, yo rezando con no tener poluciones nocturnas esa noche con lo visto (al menos no con los tíos, que no estamos para replanteamientos vitales a estas alturas de la vida).

Y aquí termina la historia. El evento me pareció tan divertido como que Rebe me pase la epilady por los muslos. O más. Así que si saben contar (la rubia de la entrada no por favor) que no cuenten conmigo hasta que se me olvide.

Os dejo con algunas fotillos:

Nada de besos con lengua, nada de meter la mano debajo del pantalón del otro…

Cociente de la división del coeficiente intelectual de un conejo entre el mío

Supersaiyajin Full Power!!! 超サイヤ人フルパワー!!! Sūpāsaiyajin Furu Pawā!!!

Un poquito más suave, un poquito más suave, un poquito más duro, un poquito más duro, No pares, SIGUE, SIGUE. No pares, SIGUE, SIGUE. AHI ESTA el tiburón, EL TIBURON, EL TIBURON!

Nota media que saque en la clase de plástica en parvulario (apuntando maneras)